domingo, 27 de julio de 2008

GRACIAS POR LA LECTURA

Esta es la última pista de la construcción que hemos podido realizar de nuestra historia de la lectura. Una historia que nos desafía a seguir haciéndola hablar a través de nuevas lecturas que irán escribiendo otros tantos libros inéditos hasta el momento de leerlos. En ese momento tal vez podamos volver a reunirnos en una nueva escritura.
Quiero darle las gracias a todos los que han seguido este proyecto a través del blog; a los que se animaron a escribir algo de su historia y a los que, silenciosamente, fueron lectores de estas pistas. A todos los invito a la aventura de leer con sus hijos, para que el sueño de Virginia Woolf sea una realidad: “He soñado a veces que cuando amanezca el Día del Juicio y los grandes conquistadores y abogados y juristas y gobernantes se acerquen para recibir su recompensa -coronas, laureles, sus nombres tallados de manera indeleble en mármoles imperecederos- el Todopoderoso se volverá hacia Pedro y dirá, no sin cierta envidia, cuando nos vea venir con nuestros libros bajo el brazo: “Mira, ésos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles. Les gustaba leer.”
Reciban mi afectuoso saludo.

Mario Cóccaro

(‘Con-textos ajenos (?) permanecerá activo hasta el final de las vacaciones de invierno. Quien desee enviar su participación podrá hacerlo hasta esa fecha. A partir del lunes 11 de agosto se lo podrá leer en www.hombrenuevo.com)

domingo, 20 de julio de 2008

LA PALABRA PROHIBIDA

Cuando la palabra es silenciada, cuando la palabra es prohibida, falta toda posibilidad de elaborar, de resolver, de acordar, de pensar juntos las diferencias entre unos y otros, y por fin de reconocerlas. La palabra escrita, impresa, hablada, dicha y escuchada circula entre nosotros sin que la posea nadie. Somos habitantes de ella y, justamente, porque la damos es que la tenemos (y no a la inversa).
Los hombres sabemos, por las experiencias vividas por la humanidad, que la tragedia asoma en el mundo y se enseñorea cuando alguien quiere pronunciar una palabra única.


“Por la Avenida Benjamín Vicuña Mackenna, ... pasaban los camiones. Pasaban llenos en dirección a Puente Alto, volvían vacíos.
–¿Sabes lo que llevan esos camiones? – me preguntó la voz de un compañero.
Esto era a principios de Octubre, 1973. Yo contemplaba la caravana cíclica de camiones desde una de las ventanas de la Embajada Argentina, en Santiago de Chile, cuya inmensa fachada da precisamente a esa arteria. Estaba recién asilado, y no, no sabía con qué iban cargados los camiones aquellos, ni la más remota idea.
–Con libros – susurró el que miraba conmigo.
–¿Libros? –-Libros -asintió él. –Los llevan desde Quimantú– y señaló vagamente el edificio de la Editora Estatal Quimantú,... –hasta la papelera...
No supe enseguida si era cierto lo que me afirmaba el compañero, que decía reconocer la procedencia de los vehículos. Yo no podía saberlo, porque los camiones iban tapados y no se veía su contenido. Pero tenía todos los visos de ser verdadera esa versión. Todos sabíamos, por distintas fuentes, que durante la primera semana los militares fascistas, junto con usurpar el poder, se habían entregado devotamente a la tarea de usurpar la cultura. Con entusiasmo, con fervor de drogadicto, habían quemado toneladas de libros que se hallaban en el depósito de la Editorial Quimantú”.


(Ensayos quemados en Chile. Ariel Dorfman)

domingo, 13 de julio de 2008

LEER ES IR AL ENCUENTRO DE ALGO

Sabemos que leer no es un proceso que pueda explicarse mediante un modelo mecánico; (...) sabemos que el proceso de leer, como el de pensar, depende de nuestra habilidad para descifrar y hacer uso del lenguaje, del tejido de palabras que forman texto e idea. El temor que, al parecer, preocupa a los investigadores es el de que sus conclusiones comprometan el lenguaje mismo con que las expresen: el temor a que el lenguaje sea en sí mismo un absurdo, una pura arbitrariedad, que quizá no comunique nada excepto la imprecisión de su ser; que pueda depender casi por completo para su existencia no de quienes lo enuncian sino de sus intérpretes, y que el rol de los lectores sea hacer visible -utilizando la espléndida frase de ibn al-Haytha,- aquello que la escritura sugiere mediante indicios y sombras”. (Alberto Manguel. Una historia de la lectura).

Las palabras guardan la memoria de todas las historias ancestrales de modo que, al trasmitirlas al niño o a la niña, les otorgamos un lugar de pertenencia en las generaciones y la posibilidad de hacer identificaciones fuertes. Al enseñaraprender (escrito así, sin separación; es un mismo acto) a leer los hacemos partícipes de la memoria colectiva por medio de los libros, y de ese modo se familiarizan con un pasado común que renuevan, en mayor o menor grado, con cada lectura.

En cada uno es una experiencia singular; cada uno es capaz de construir su modo de leer y es dueño de sus lecturas. Por esto mismo todas las lecturas son inconclusas. Nunca llegan a completarse y siempre habrá algo más para volver a leer, ya que cada texto invita a una lectura novedosa, aún cuando se trate de una relectura.

Leer es ir al encuentro de algo que está a punto de ser y aún nadie sabe qué será”.
(Italo Calvino. Si una noche de invierno un viajero.)

domingo, 6 de julio de 2008

VAMOS APRENDIENDO A HABLAR

Vamos aprendiendo a hablar, a que las palabras se apoderen de nosotros, en un trabajo que va sustituyendo lo concreto del objeto por un sonido con significado, a partir de lo cual entramos en el mundo de las metáforas; ese trabajo que, con ‘Ardiente paciencia’, Neruda le iba ofreciendo a ‘El cartero’. (Skármeta).

Sin palabras careceríamos de sentidos; sólo habría cosas en el mundo y se nos haría imposible poder percibir las diferencias. En la Biblia se lee:

“Dijo luego Yahvéh Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Y Yahvéh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver como los llamaba y para que cada ser viviente tuviera el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo (…).” (Biblia de Jerusalén. Génesis).

Se entiende así que todas las aves del cielo y todos los animales del campo, al ser nombrados por el hombre, adquieren identidad; se hacen pasibles de significado y sentido en función de la identidad diferencial con que son nombrados. De este modo, dados los nombres, son percibidas las diferencias. Es decir que lo nombrado se hace pasible de percepción y no a la inversa.

Esta es la importancia de la palabra (leída, escrita, escuchada, dicha). Al ponerle nombre a las cosas las traemos a presencia, la experiencia cobra sentido y significado, pasa a constituir mundo y a integrar la historia del niño (o del adulto).

Esto es lo que sucede cuando vemos que un chico aprende. Es que ‘algo’ es significado, adquiere nombre, lo hace propio y ahora puede ponerlo en juego en cualquier otra oportunidad. Por eso decimos que la Escuela es creadora y trasmisora de significados.