domingo, 6 de julio de 2008

VAMOS APRENDIENDO A HABLAR

Vamos aprendiendo a hablar, a que las palabras se apoderen de nosotros, en un trabajo que va sustituyendo lo concreto del objeto por un sonido con significado, a partir de lo cual entramos en el mundo de las metáforas; ese trabajo que, con ‘Ardiente paciencia’, Neruda le iba ofreciendo a ‘El cartero’. (Skármeta).

Sin palabras careceríamos de sentidos; sólo habría cosas en el mundo y se nos haría imposible poder percibir las diferencias. En la Biblia se lee:

“Dijo luego Yahvéh Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Y Yahvéh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver como los llamaba y para que cada ser viviente tuviera el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo (…).” (Biblia de Jerusalén. Génesis).

Se entiende así que todas las aves del cielo y todos los animales del campo, al ser nombrados por el hombre, adquieren identidad; se hacen pasibles de significado y sentido en función de la identidad diferencial con que son nombrados. De este modo, dados los nombres, son percibidas las diferencias. Es decir que lo nombrado se hace pasible de percepción y no a la inversa.

Esta es la importancia de la palabra (leída, escrita, escuchada, dicha). Al ponerle nombre a las cosas las traemos a presencia, la experiencia cobra sentido y significado, pasa a constituir mundo y a integrar la historia del niño (o del adulto).

Esto es lo que sucede cuando vemos que un chico aprende. Es que ‘algo’ es significado, adquiere nombre, lo hace propio y ahora puede ponerlo en juego en cualquier otra oportunidad. Por eso decimos que la Escuela es creadora y trasmisora de significados.

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